El mundo ha cambiado radicalmente en los últimos meses y este Día Mundial sin Tabaco 2020 también.
En años anteriores hemos organizado y participado en eventos masivos con jóvenes, realizado congresos, seminarios, hemos entregado material informativo, todas actividades dirigidas para hacer tomar conciencia que el tabaco y la nicotina son terriblemente dañinos para nuestra sociedad y que, a pesar de los avances en la adopción de medidas de control de tabaco, aún falta mucho por hacer.
La crisis sanitaria que estamos viviendo nos ha volteado la existencia. Nos rodea un enemigo invisible, ubicuo, que está al acecho para alcanzar y acabar con nuestras vidas si no somos lo suficientemente fuertes.
Si bien los países están poniendo todas sus energías y recursos para combatirlo, la lucha es desigual y todo depende de la capacidad instalada de los servicios sanitarios, así como la disciplina de la población para acatar las disposiciones del distanciamiento social, además de acudir a las reservas económicas.
Tenemos más claro que nunca que la prevención es la mejor arma para afrontar a los enemigos y a las vicisitudes que nos somete la vida.
El evidente abandono de nuestro sistema de salud ha tenido como efecto colateral el abandono de la adopción de medidas de control del tabaco en nuestro país, porque el congreso de los últimos gobiernos ha boicoteado sistemáticamente buenos proyectos de ley sobre la materia que ahora mismo estarían salvando vidas y aliviando nuestro precario sistema sanitario.
A pesar de la crisis, no deja de asombrarnos como la industria tabacalera y sus adláteres, así como los promotores de los cigarrillos electrónicos siguen mercadeando impunemente sus productos para atraer a nuevos clientes, jóvenes y principalmente, para reemplazar a los que se están enfermando y muriendo; incluso esparcen por las redes pseudos estudios que afirman que fumar protege del coronavirus… ¡y hay quienes lo han creído!
Lo cierto es que los fumadores resisten menos al COVID 19 que los no fumadores. Los fumadores son particularmente vulnerables al virus, porque su sistema respiratorio está afectado y sus defensas inmunológicas disminuidas.
La misma situación se presenta en los usuarios de los cigarrillos electrónicos y de los productos de tabaco calentado, que la industria, con el cinismo que la caracteriza, promueve como productos de riesgo reducido, que ayudan a dejar de fumar.
Lo cierto es que ambos tipos de productos son letales para la salud, especialmente en tiempos de coronavirus, y como medida sanitaria urgente, el Estado debería desincentivar su uso de manera tajante; incluso en varios países de la región, como Argentina, Brasil, México, Panamá y Uruguay, han prohibido la comercialización de los cigarrillos electrónicos y los productos de tabaco calentado, con el objeto de prevenir la formación de futuras generaciones de vapeadores, que se enfermarán y morirán prematuramente.
Fumar y vapear es riesgoso, como lo es no usar mascarilla, no respetar el distanciamiento social o no lavarse las manos frecuentemente.
El Perú gasta más de dos mil quinientos millones de soles al año para atender enfermos de tabaquismo, dinero que podría invertirse camas UCI, balones de oxígeno, protección al personal de salud y al apoyo económico a la población.
Llegó la hora de ponerse del lado de la gente y no de la industria. Estamos en emergencia y toda decisión que alivie el sistema de salud es bienvenida. Esperemos que este congreso y el gobierno, siguiendo el ejemplo de otros países, adopte las medidas para protegernos del tabaco y de la nicotina, porque la inoperancia y la complacencia tienen visos de complicidad.
Flavia Radovic
Presidenta
Comisión Nacional Permanente de Lucha Antitabáquica